• Historias
  • Cuenta progresiva

    Los latidos del corazón se aceleran, miro mi siguiente recuerdo: cuatro, el pintor que me enseñó a dibujar con los dedos, las piernas, la cintura, los senos, el cuello. Tenía una obsesión por el color de mi cuerpo, un lienzo tan blanco como salido del pincel de Goya. Mis manos se mueven solas, no tengo que ordenarles que toquen la música. Caminarán de una boca a la otra. Cinco, el esposo de mi mejor amiga y ella como testigo…