Stripper por una noche

Artist: Sara Muirhead

Hace unos cuantos años, por ahí en el año 2000, cuando trabajaba en una agencia de publicidad en Madrid estábamos trabajando en la licitación para un cliente. Como cosa habitual en las agencias de publicidad, el trabajo se alarga durante horas y muy frecuentemente durante la madrugada. Ese día estábamos preparando una maqueta en video en el estudio de un hombre al que llamábamos «El vampiro de la noche». En el grupo allí presente estaba el director creativo, su director de arte, mi dupla creativa, un famoso locutor de radio (que iba a hacer las voces en la maqueta) y el aquí presente.

Todo comenzó en la sala del vampiro, donde todos nos encontramos a eso de las 5pm. El locutor grabó el audio de la maqueta y decidimos esperar un rato. El vampiro nos pidió que le dejáramos trabajar y regresáramos a eso de las 6am a recoger las maquetas. Al salir del estudio del vampiro, el locutor nos persuadió de ir a tomarnos unas copas a un bar cercano. El tiempo pasó, y mi dupla y yo ya veíamos que era tarde para irnos a casa. Cada uno de nosotros vivía en un pueblo a unos cuantos kilómetros y el transporte se acababa a eso de las 11. Al ver que ya era tarde, el locutor dijo que fuéramos a seguir bebiendo a su apartamento y que nos podíamos quedar allá. Ya un poco prendidos, mi dupla y yo dijimos que sí, así como el director creativo y su dupla. Los 5 nos subimos a un taxi, que nos llevaba supuestamente al apartamento del locutor, pero no fue así. Acabamos en pleno centro de Madrid en un local llamado «Copacabana»; luces rojas iluminaban esa pequeña fachada acristalada que nos recibía. Recuerdo así entre tragos, que bajábamos una escalera que conducía a una sala amplia. Seguimos los pasos de mi jefe y el locutor que iban al escenario que se encontraba al fondo de la sala. Alrededor, varias mujeres y un drag queen divertían a sus clientes con copas, caricias y besos de pago.

stripper-copacabana

Cuando llegamos a nuestras respectivas sillas en primera fila del escenario y sin tener oportunidad de sentarme, una mano desconocida tiró de mi brazo. «Ven súbete» dijo una mujer con acento rudo, mientras me subía al escenario. Todo fue tan rápido que ninguno de nosotros reaccionó a tiempo, ni mis amigos para rescatarme, ni yo para bajarme. La mujer comenzó a bailar de forma sugerente frente a mí, mientras me alcanzaba un espantoso delantal de encaje. Mis amigos desde las sillas, no salían de su asombro. Tengo que admitir que fui «un fácil» y me dejé llevar por la presión del público. Comencé a quitarme la ropa al compás de la música y a mover la barriga con «sensualidad caribeña». Una vez quedé totalmente desnudo y haciendo el ridículo de mi vida, la mujer, desnuda y desde el suelo me dice: «Ahora lámeme». Me agaché y juro, juro por todos los santos que intenté hacerlo, pero no pude. El asco de lamer los pechos y la barriga a una desconocida fue menguado gracias a las arcadas que me produjo tan desagradable e inesperada situación. Rápidamente me levanté, agarré mi ropa y me vestí con la mayor precaución del caso, para que ni mis compañeros de trabajo, ni el público alrededor, ni la bailarina vieran mis partes nobles.

Ese delantal, cortito y cursi, logró ser mi mejor compañero en semejante momento tan vergonzoso. Por obvias razones la borrachera se me pasó ipso facto, así como a mis compañeros. El resto de tiempo simplemente me senté entre el público tapando mi rostro y fingiendo haber sido un gran stripper. Un par de horas después y ya pensando en ir a descansar realmente en el apartamento de uno de mis compañeros de trabajo, salimos de la «casa del locutor». ¿Algo puede haber sido peor después de semejante aventura? Sí. Darme cuenta al salir, que esa acristalada fachada de la zona de Callao de Madrid, transitada por miles de españoles diariamente, estaba adornada con decenas de pantallas de TV (las cuales no vi al llegar, por el alcohol en mi cabeza) que transmitían en vivo, en directo y en diferentes ángulos, todo lo que sucedía en el escenario en el que yo me había desnudado.

-Anónim@

Artwork encabezado: Sarah Muirhead

1 Comment

  1. Nan says: Responder

    Una experiencia que de no ser por la presión del público y la magia que trae la noche en una ciudad como Madrid jamás se hubiera atrevido a vivir. Bueno lo de la TV, mala leche, o quien dice, lo haga popular!

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