Otra vez la de la risa tonta

Ahí estaba parada yo, esperando que él apareciera por la puerta de salida del aeropuerto. Estaba nerviosa, contaba hasta diez, no podía contener la risa tonta que se dibujaba en mi rostro, hasta que uno a uno fueron saliendo los pasajeros de aquel vuelo internacional. Las manos me sudaban, él nada que salía, hasta que a lo lejos lo vi, con su morral a la espalda y su cara de cansancio. Apenas cruzó la puerta que nos separaba me lancé a sus brazos. Sí, literalmente me lancé a sus brazos, quizás esperando recibir de parte suya la misma emoción, quizás esperando escuchar de su boca algunas palabras que me hicieran pensar que valió la pena el viaje a Bogotá, las horas de espera y el haberme maquillado para él. Pero no, sus brazos sólo respondieron con un tímido golpecito en mi espalda, volteó su mirada a otra chica que también le esperaba y que sería nuestra guía durante la estancia en Bogotá (él, primera vez que venía a Colombia, y yo, a Bogotá había ido sólo como dos veces). Ahí se me derrumbó todo, me quise devolver, me dieron ganas de decirle hasta «misa», pero no, soy así, un poco pendeja, un poco tonta, un poco acomplejada.

Art by Rocío MontoyaEstuvo en Colombia varios días, y casi todos ellos los compartí con él, más por cumplir a mi palabra que por convicción, mi corazón estaba algo adolorido… otro intento fallido. Suele suceder que siempre me fijo en alguien, pero nunca nadie se fija en mí. Ya mi corazón tiene más de una docena de curitas, de parches, de remiendos. He decidido muchas veces no seguir amando, pero ¡qué va! ¡tontadas! Siempre termino embelesada, boba, idiotizada, y ¡zas! me termino estrellando contra el mundo.

A veces creo que eso del amor no se creó para mí, ¿saben? Sólo he tenido un novio en mi vida, ¡sólo uno! Le llamo osado, valiente, arriesgado, porque hasta el día de hoy, luego de casi 10 años de haber terminado con él, estoy creyendo que soy como la reencarnación del jorobado de Notre Dame. Bueno, aclaremos eso, no es que sea jorobada y viva en la torre de una iglesia (aunque casi), solo que no soy del prototipo que hoy se vende en el mercado; soy de esas que permanece alejada de las piscinas por terror a colocarse un vestido de baño, soy de las se apendejan cuando tienen a un tipo lindo frente a sus ojos, soy de las que escriben para exorcizar sus miedos.

En fin, él se fue. Desde entonces, sólo hemos tenido un par de contactos (vía e-mail) y yo quedé con la misma sensación tan común de sentirme utilizada, de sentirme abandonada.

 

Imagenes

Photography by Marta Bevacqua Photography

Art by Rocío Montoya


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