Sobre la inocencia y el conocimiento

Dicen que la falta de conocimiento no es ignorancia sino inocencia y yo estoy de acuerdo. Cuando somos niños carecemos del desgaste mental y emocional que dan las experiencias y metemos el dedo en el enchufe sólo una vez, después de ese “corrientazo” no repetimos. Crecer nos da todas las herramientas para repetir conscientemente nuestros errores, porque con el primero nunca es suficiente.

Las cosas no son buenas ni malas, simplemente son. Nuestros sistemas de creencias han dado valores a las situaciones de la vida: robar, matar, mentir o desear la mujer/hombre del prójimo. Este último es de los más complejos, se enfrentan la religión, el amor y la condición humana. Si a usted le quitan el marido le parece malo y la vieja es una perra, pero si usted se enamora del marido de alguien repite: “en las cosas del corazón nadie manda”. Seamos sensatos: ambas situaciones son mal vistas, serán reprochadas y no hay un ser humano lo suficientemente evolucionado y sin ego que diga: “ah, te enamoraste de otra, ok, dale, los mejores deseos en esa nueva relación”.

 

Ludovic JacqzYo he amado un hombre casado, y en una teoría de varios semestres, él a mí. No soy de las mujeres que se repetían constantemente que nunca se meterían con un esposo ajeno, pero era de esas reglas tácitas que empoderaban las mamás para aumentar el autoestima y la dignidad de sus hijas. Siempre fui consciente del estado civil de mi tipo, sólo que la relación comenzó cuando aún no se había casado; por tanto, guardé una leve esperanza de ser la culpable de dañar el matrimonio, antes que la bendición del padre me condenara al infierno o, peor, al purgatorio. Obviamente ya deben saber que él sí se casó y que yo terminé en el mismísimo despeñadero emocional, donde la cabeza es un estropajo pero el corazón la parte amarilla de la esponja para lavar los platos.

No escribo un diario, pero si grabara todas las razones que coleccioné para seguir a su lado aún así él se haya casado, tendría un manual de cómo autoflagelarse emocionalmente y con mucha inteligencia. Para herir se necesita tacto, no basta con ser un desgraciado. Hacer el amor fue el menor de los pecados, al final mi cuerpo no reprocha ninguna de sus caricias; en cambio soñamos con viajar juntos, escogimos lugar para la luna de miel (aquí es el momento de hacer la cara de “¿Cómo así?” o “Mucha güeva”, usted escoja) y hablamos de los hijos; eso sí lo reprocha el alma y el cacumen porque ahora que lo reescribo me siento más humana que nunca, por lo ciega que me tenía ese amor.

No me arrepiento. Durante todo el tiempo que estuve a su lado me enfrenté a mis miedos, aumenté mi confianza, terminé con mis ataduras y comí mucha mierda, pero a mí me sabía delicioso. Tengo la total convicción de haber hecho lo que mi cuerpo y mi corazón quisieron al mismo tiempo. No fui en contra de mí, fui en contra de lo que dicta una sociedad poco ecuánime y desequilibrada, pero sociedad al fin y al cabo. Recogí en mi costal de experiencias varias razones para repetir a gusto o para determinadamente voltearle la cara a ese tipo de situaciones, sin embargo lo que más claro me quedó es que para poder tomar una decisión con conocimiento del daño o satisfacción que pueda dar a la vida, se deben coleccionar razones, buenas o malas, eso ya lo decidirán ustedes.

@Lexsinger

 

Imágenes:

Portada por Marta Adán y Jorge Monreal

Interna por Ludovic Jacqz

 


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